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27 noviembre 2006

El sábado la volví a ver

El sábado la volví a ver. Estaba en el hipermercado del centro comercial de mi ciudad. Iba con mi novia y con mi hija. Mi novia se quedó en echando un vistazo a la sección de juguetes. Yo avancé y fui a la sección de imagen y sonido, empujando el cochecito de mi hija.

Justo al pasar de largo de una de las estanterías, ella aparece por el otro lado. Yo apenas la veo con el rabillo del ojo. Me paro. Apenas tomo aire y vuelvo a asomarme. Ella no me ve. "Hola Laura" le digo. Habrán pasado unos 4 años desde la última vez que la vi y mi saludo es "Hola Laura". Soy todo un caso. Ella me mira. Me mira con la misma cara que me imagino que se me pone a mi cuando veo a alguien y disimulo que lo he visto, pero me acaban saludando. Mientra ella me saluda aparece un maromo detrás suya. Él me saca una cabeza. Yo se la saco a ella. Mientras me adelanto para darle un par de besos me imagino que sentirá él cuando ella se pone de puntillas para besarle. Me dan ganas de darle un fuerte abrazo, pero mis pensamientos bloquean más aún mis funciones motrices, haciendo que todo pase demasiado rápido.

Le hago un par de preguntas estúpidas. ¿Que tal te va? ¿Que haces ahora?. Cuando ella me lo pregunta a mi le señalo a mi hija. Ella mira el carro y apenas dice un "Que tranquila". No hay emoción en sus palabras. No hay sorpresa, curiosidad, asombro, ignorancia, odio, amor, ingenuidad ni nada de nada en sus palabras. Responde mecánicamente. Apenas sin vida.

La conversación apenas se alarga otros tres o cuatro tópicos más. Yo espero una pausa en la conversación para tomar un poco de aire y tranquilizarme, porque estoy muy nervioso. Espero tranquilizarme para poder pensar en alguna pregunta más interesante, preguntarle y mandarle recuerdos a su familia y cosas por el estilo. Pero ella aprovecha la mínima pausa en la conversación para señalar que se marchan a seguir comprando. Yo le digo adiós. Ella se despide, se da media vuelta y se aleja.

Me quedo dando vueltas por el centro comercial, lamentándome de no haber podido mantener una conversación algo más interesante con ella. Lamentándome de su fría reacción. Lamentándome del torpe y nervioso reencuentro. Preguntándome si la incomodidad que parecía sentir ella era provocada por las ganas de volver a verme o por el disgusto de haberme detenido a saludarla.

Sea como fuere, la volví a ver y, como me prometí la vez anterior que la vi y agaché la vista para no saludarla, esta vez lo hice. Aunque el resultado no fue nada satisfactorio.

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